jueves, 10 de julio de 2008

CONVERSACION AL LIMITE ¿ESTAN HABLANDO DE LO MISMO?





Orán, 1940. Sorprendente epidemia de peste con progresiva y altísima mortalidad.
En una ciudad desbordada por cadáveres y ratas, los diferentes personajes van demostrando distintos valores frente a la situación. Pese a todos los esfuerzos, no hay quien detenga a la muerte.
En el Hospital se decide probar, en un niño contagiado, un nuevo suero, como única esperanza de éxito. El tratamiento no surge efecto, y el niño muere tras una larga y dolorosa agonía.



Esta es la conversación que mantienen entonces el médico Bernard Rieux y el Padre Paneloux, sacerdote que, al inicio de la epidemia, afirmaba en su sermón que sólo serían afectados aquellos que "no fueran dignos del Reino de Dios":


"Paneloux se acercó a la cama e hizo los ademanes de la bendición. Después se recogió la sotana y se fue por el pasillo central. Pero Rieux se alejaba de la sala con un paso tan precipitado y con tal aire que cuando alcanzó a Paneloux y pasó junto a él, éste alargó el brazo para detenerlo.
-Vamos, doctor...- le dijo.
Pero con el mismo movimiento arrebatado, Rieux se volvió y lo rechazó con violencia.
-¡Ah! Este, por lo menos, era inocente. ¡Bien lo sabe usted!
Después, franqueando la puerta de la sala antes que Peneloux, cruzó el patio de la escuela hasta el fondo. Se sentó en un banco, entre los árboles pequeños y polvorientos, y se enjugó el sudor que le corría hasta los ojos. Sentía ganas de gritar para desatar el nudo violento que le estrujaba el corazón. El calor caía lentamente entre las ramas de los ficus. El cielo azul de la mañana iba cubriéndose rapidamente por una envoltura blanquecina que hacía el aire más sofocante. Rieux se abandonó en el banco. Miraba las ramas y el cielo hasta ir recobrando lentamente su respiración, hasta asimilar un poco el cansancio.
-¿Por qué hablarme con esa cólera?- dijo una voz detrás de él- Para mí también es insoportable ese espectáculo.
Rieux se volvió hacia Paneloux.
-Es verdad- dijo- Perdóneme. El cansancio es una especie de locura. Y hay horas en esta ciudad en que no siento más que rebeldía.
-Lo comprendo-murmuró Paneloux- Esto subleva porque sobrepasa nuestra medida. Pero es posible que debamos amar lo que no podemos comprender.
Rieux se enderezó de pronto. Miró a Paneloux con toda la fuerza y la pasión de que era capaz y movió la cabeza.
-No padre- dijo- Yo tengo otra idea del amor y estoy dispuesto a negarme hasta la muerte a amar esta Creación donde los niños son torturados.
Por la cara de Paneloux pasó una sombra de turbación.
-¡Ah!, Doctor- dijo con tristeza- Acabo de comprender eso que se llama la gracia.
Pero Rieux habia vuelto a dejarse caer en el banco. Desde el fondo de su cansancio, que había renacido, respondió con algo más de dulzura:
-Es lo que yo no tengo: ya lo sé. Pero no quiero discutir esto con usted. Estamos trabajando juntos por algo que va más allá de las blasfemias y de las plegarias. Esto es lo único importante.
Paneloux se sentó junto a Rieux. Parecía emocionado."

Albert Camus (La peste, 1947)

1 comentario:

Demián dijo...

Buen autor has tocado. Me parece de una lucidez extraordinaria y su literatura apasionante.A la vista está el párrafo por ti elegido y al que nada quiero añadir.¡Qué se puede decir a tanta transparencia!