jueves, 29 de mayo de 2008

Guimaraes 2008


Siendo yo niña, imaginaba que los rayos de luz que se colaban entre las hojas eran Dios, que espiaba todos mis movimientos. Aún sin ser yo culpable de nada evidente, este hecho provocaba en mí cierto malestar.
Bastante lejos ya esa niñez de espías invisibles, probablemente ahora sí culpable de algo, los rayos de luz me llenan de alegría y tranquilidad. El tiempo se detiene en las partículas en suspensión.

sábado, 24 de mayo de 2008

LA RISA



















"...pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porqué me moriría"

(Tu risa. Pablo Neruda)


La risa. Fenómeno misterioso, casi mágico. Capaz de transformar de modo instantáneo la oscuridad en luz.
"La risa libera una gran cantidad de endorfinas, responsables en gran parte de la sensación de bienestar" ... a mí no me interesa.
"La risa reduce el colesterol, disminuye la glucemia, activa practicamente la totalidad de los músculos del cuerpo, favorece la digestión, facilita la evacuación" ... a mí no me interesa.
"La risa activa la circulación corporal, produce congestión cutánea, aumenta la producción lacrimal, puede relajar involuntariamente esfínteres" ... tampoco me interesa.

Me interesaría, tal vez, la risa como terapia, aunque odio los payasos.
Me interesaría, quizás, la patología de la risa, pero odio la hipocresía y me agobia el histerismo.
Me interesaría, tal vez, la risa en el mundo animal, pero ¿sabría interpretarla?

Me interesa la risa de un niño, limpia, clara, exenta de maldad o cinismo, repleta de alegría de vivir e ilusión. ¿Habeis oído su risa?

Me interesa la risa de alivio, tras un peligro evitado o una dificultad superada. ¿Habeis reído así alguna vez?
Me interesa la risa de dos personas que se quieren. Creo que puedes reir sin amar, pero es imposible amar sin compartir la risa. ¿Estáis riendo juntos?








jueves, 15 de mayo de 2008





Hace años, leí un artículo de Arturo Pérez-Reverte, creo recordar que en un suplemento del País. Me llamó la atención y he conseguido rescatarlo de la memoria. Paso a transcribirlo, tal como aparece en una página de Internet, aunque destaco en negrita los fragmentos para mí más llamativos:

"El perro estaba suelto en la autovía, solo, desconcertado, esquivando como podía los coches que pasaban a toda velocidad.
Cuando reaccioné, era tarde. Mientras consideraba el modo de detenerme y sacarlo de allí, lo había dejado atrás. Estacionar el coche con este tráfico era imposible, así que no tuve más remedio que seguir adelante, mirando por el retrovisor, apenado.
Algo más lejos, se lo conté a una pareja de la Guardia Civil: kilómetro tal, perro cual. El cabo movió la cabeza. Nada que hacer, señor. Ocurre mucho. Además, aunque vayamos a buscarlo, no se dejará atrapar. Nos pondrá en peligro a nosotros y a otros automóviles. Y usted habría hecho mal en detenerse. Además, a estas horas se habrá ido, o lo habrán atropellado. Mala suerte.
Sin duda, el guardia tenía toda la razón del mundo, pero yo seguí camino con un extraño malestar, las manos en el volante y la imagen del del perro entre los automóviles grabada en la cabeza. Su desconcierto y su miedo. Sintiendo, además, una intensa cólera. Supongo que mientras los automovilistas esquivábamos a ese pobre animal de ojos aterrados que no sabía cómo franquear las vallas de la carretera, algún miserable regresaba a su casa o seguía camino de su lugar de vacaciones, satisfecho porque al fin se había quitado de encima al maldito chucho.
No es lo mismo un cachorrillo en Navidad, en plan papi, papi, queremos un perrito -cuantos perros condenados a la desgracia por estas palabras-, que uno más en la familia al cabo del tiempo: veterinario, vacunas, dos paseos diarios, vacaciones, etcétera. Entonces la solución es quitárselo de encima. Posiblemente así lo decidió el dueño del perro que estaba en la autovía: una parada y ahí te pudres.

También es lo que hizo, tiempo atrás, un canalla en una gasolinera de la Nacional IV: el dueño de una perra color canela, a la que no olvidaré en mi vida. Ocurrió hace tiempo, pero lo tengo fresco como si hubiera ocurrido ayer. Y aún me quema la sangre, porque es de esos asuntos a los que me gustaría poner un nombre y un apellido para ir y romperle a alguien la cara, aunque esto no suene cívico. Me da igual.
Con chuchos de por medio, lo cívico me importa una puñetera mierda.
Ningún ser humano vale lo que valen los sentimientos de un buen perro.
Les cuento. Mientras reposaba en una gasolinera de la carretera de Andalucía, una perra color canela se acercó a olisquear mi coche, y después volvió a tumbarse a la sombra. Le pregunté al encargado por ella y me contó la historia. Casi un año antes, un coche con una familia, matrimonio con niños, se había detenido a echar gasolina. Bajó la perra y se puso a corretear por el campo. De pronto, la familia subió al coche y éste aceleró por la carretera, dejando a la perra allí. El encargado la vio salir disparada detrás, dando ladridos pegada al parachoques, y alejarse carretera adelante sin que el conductor se detuviera a recogerla. Al cabo de una hora la vio regresar, exhausta, la lengua afuera y las orejas gachas, gimoteando, y quedarse dando vueltas alrededor de los surtidores de gasolina. De vez en cuando se paraba y aúllaba, muy triste. Al encargado le dio tanta pena que le puso agua, y al rato le dio algo de comer. Cada vez que un coche se detenía en la gasolinera, la perra levantaba las orejas y se acercaba a ver si eran sus amos que volvían. Pero no volvieron nunca.
La perra se quedó aquí, contaba el encargado. Mis compañeros y yo le fuimos dando agua y comida. El dueño nos dejó tenerla, porque vigila por las noches. Además hace compañía. Es obediente y cariñosa. Al principio le llamábamos Canela, pero a una compañera se le ocurrió que era como la mujer de la canción de Serrat, y la llamamos Penélope. El caso es que ahí sigue. ¿Y sabe usted lo más extraño?
Cada vez que llega un coche, la perra se levanta; y, en cuanto se para, se asoma adentro a olisquear. Los perros son listos. Tienen buena memoria y más lealtad que las personas. Fíjese que nosotros la tratamos bien, no le falta de nada y hasta collar antiparásitos lleva. Pero ella sigue pendiente de la carretera. Los perros piensan, oiga. Casi como las personas. Y ésta piensa que sus amos vendrán a buscarla. Cada vez que llega un coche, se acerca a ver si son ellos. Sigue creyendo que volverán. Por eso lleva tanto tiempo sin moverse de aquí. Esperándolos."


Muy conmovedora es esta historia, pero lo absurdo en la actitud de la perra, que parece optar, de modo casi masoquista, por sus antiguos dueños en vez del cariño actual de la gasolinera ... me confirma que para eso hay que ser perro. Logicamente, en mi mentalidad de "no perro" no puedo estar de acuerdo. Me recuerda mucho al drogadicto, que, enganchado a la heroína, es incapaz de liberarse, aunque a su alrededor haya gente que le quiera.

Como tampoco lo estoy con la frasecita de que "NINGUN ser humano vale lo que los sentimientos de un buen perro". Por supuesto que hay seres humanos muy animales o, incluso, muy minerales, pero llegar a tal extremo me parece excesivo. Es, incluso, algo demagógico, teniendo en cuenta que se trata de un escritor muy leído. Cada cosa debe estar en su lugar, por incómoda que resulte esta frase.

lunes, 5 de mayo de 2008

La piel, de no rozarla con otra piel
se va agrietando...
Los labios, de no rozarlos con otros labios
se van secando...
Los ojos, de no mirarse con otros ojos
se van cerrando...
El cuerpo, de no sentir otro cuerpo cerca
se va olvidando...
El alma, de no entregarse con toda el alma
se va muriendo.

Bertolt Brecht